01 April, 2017

Un sotano. Un arquitecto. Una computadora. Un tren. Unos animales. Unos amigos. Una radio. Una cancion. Dos cumpleaños.



Un sótano a veces húmedo, a veces peligroso, siempre frío.
Un arquitecto, un cigarrillo, un cenicero. Olor a lápices recién despuntados mezclado con tabaco y humedad.
Un tablero de dibujo gigante, reglas, escuadras, papeles, planos terminados y en progreso. Otros en el tacho, bien abollados.
En épocas pre-Navideña se podían ver cientos de muñequitos miniaturas pintados a mano, alineados en los estantes esperando su turno para ser regalados a los más allegados.
Una computadora PC AT-386 con monitor Color SyncMaster3 (todo un lujo) que era disputada entre todos los que bajaban al sótano, incluyendo al arquitecto y a esa banda de amigos, para jugar, ellos, a los jueguitos de futbol, Príncipe de Persia, Blues Brothers o al Wolfenstein; él, para los solitarios o el Sokoban.
Un tren eléctrico montado en una mesa gigante y unos dardos que hacían de la espera por jugar algo divertido.
Un par de perros manto negro, Picho y Katherina, que entraban y salían sin importarles si estaban mojados o sucios. Ellos siempre querían estar cerca, así como el gallo Piscuit, las gallinas, los pollitos y la gata Berta también solían ser de la partida.
Unos amigos que hasta hoy siguen siéndolo. El tiempo y la distancia no fueron excusas para dejar de serlos e, incluso, ha hecho el sentimiento más fuerte.
Una radio, FM Horizonte, donde el locutor engolado anunciaba que mientras pasaban cosas en el mundo, allí en la gran ciudad, una nueva hora daba comienzo.
Una canción que pasó totalmente desapercibida por esa radio en aquellos días tuvo gran impacto en mí y hasta hoy sigo siendo un admirador de su intérprete. No viene al caso, pero es parte de mi memoria selectiva que hace que me acuerde cosas inútiles para muchos pero importantes para mí.
En ese grupo de personas que confluían en aquel lugar había dos que cumplían años el mismo día: el arquitecto y el mejor amigo de su hijo.
El arquitecto ya no camina entre nosotros pero hoy el brindis va por ellos dos. Porque esté donde esté, seguro que nos mira apoyado en un tablero de dibujo hecho de nubes, un lápiz en la mano, un cigarrillo humeante en su cenicero y escuchando música tranquila.
Lo imagino viendo crecer a su familia y tratando de entender cómo es que la vida aún nos tiene de amigos, compartiendo nuestras vidas y acomodándonos como se nos van dando las cosas, así como él acomodaba las cajas de aquel Sokoban!
Hoy, en su día, brindo por Jorge Blasco y Pablo Carracedo! Feliz cumpleaños!
Diego  

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